¿Se olvidó la II República del patrimonio tradicional?

No cabe duda que durante la II República Española (1931 – 1936) se produjo un momento de expansión cultural muy significativo en España.  La educación mejoró notablemente. Se construyeron un número significativo de escuelas y se intentó dignificar la profesión de “maestro” con un mayor valor formativo y  una retribución más justa que al menos garantizara el sustento de estos hombres y mujeres, junto con sus familias.
El arte y la literatura tuvieron momentos de brillantez con la producción de autores de la Generación del 27 y de pintores como el propio Pablo Picasso. A parte de todos estos aspectos lo más importante fue que se intentó acercar esta cultura al pueblo a través de experiencias tan interesantes como las Misiones Pedagógicas o “La Barraca”.
Pero ¿se olvidó la cultura tradicional? En un artículo publicado el 24 de julio de 1935, en el periódico toledano católico “El Castellano” titulado “Preocupación por los Molinos de la Mancha”, firmado por un anónimo “toboseño” se incidía en una gran preocupación que, por entonces, se tenía en la Mancha: la desaparición de los molinos, seña de identidad básica de nuestro paisaje regional.
La situación no podía ser más desfavorable. En Campo de Criptana de los 49 molinos de viento que llegaron a existir, quedaban solamente  seis, y simplemente tres de ellos estaban en funcionamiento. En Mota del Cuervo, un único molino seguía trabajando. Así, se había documentado un proceso de abandono y desaparición de los molinos de viento en muchas localidades donde había funcionado.
La preocupación por estas pérdidas había llegado a intelectuales y políticos de la talla de D. Ángel Dotor y del diputado del Partido Agrario Español, Ramón Molina Nieto. El llamamiento de este anónimo toboseño resulta esclarecedor:
“Autoridades y no autoridades, todos debemos poner  el máximo interés en conservar los pocos molinos de viento que decoran y embellecen con el país manchego, recordando la más famosa aventura del valeroso caballero.
Sin estos momentos, la Mancha perdería su carácter que hoy la distinguen de los demás pueblos de España, siendo el molino en el campo manchego un monumento al Quijote y a Cervantes…”
Podemos pensar que el proceso de desaparición de los molinos fue progresivo, incluso anterior, y que su abandono fue consecuencia de su desuso y del avance tecnológico. Pero la denuncia de este deterioro ya existía aquí, en la década de los treinta.
Felipe Molina Carrión. Profesor e Historiador

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